La digitalización del patrimonio cultural ha emergido como una solución viable y poderosa para la protección y acceso global del legado cultural, enfrentando diversas amenazas como conflictos, cambio climático y expansión urbana. Este enfoque no solo preserva tanto el patrimonio tangible como intangible, sino que también amplía el acceso a estos tesoros, fomentando el interés, activismo e inversión en su conservación.
Uno de los casos más notables de digitalización se evidenció cuando expertos reconstruyeron virtualmente sitios destruidos como Palmyra en Siria y los Budas de Bamiyán en Afganistán, consolidando la relevancia de este método en la conciencia pública. Recientes colaboraciones en el Bardo Museum en Argelia, donde se usaron técnicas de fotogrametría 3D para modelar colecciones, destacan la importancia de la formación y la transferencia de conocimientos locales. Ejemplos como el proyecto de los Manuscritos de la Ruta Transahariana en Libia y la documentación del patrimonio cultural en Kurdistán muestran cómo el empoderamiento de las comunidades puede ser clave para el éxito de estos proyectos.
La digitalización no solo apoya la resiliencia del patrimonio, sino que también actúa como un registro de procedencia en caso de robo, mejorando las posibilidades de recuperación de los objetos. Además, presenta un puente para las comunidades desplazadas y diásporicas, permitiéndoles reconectar con su herencia y fortalecer su identidad, como lo ilustró la experiencia de los sobrevivientes de la partición India-Pakistán, quienes pudieron realizar tours virtuales de sus hogares ancestrales.
Sin embargo, estos esfuerzos no están exentos de desafíos. Primero, no todos los activos patrimoniales pueden ser digitalizados, y es crucial priorizar qué elementos deben ser preservados digitalmente. Además, la digitalización deja una huella de carbono, por lo que su impacto ambiental debe considerarse y gestionarse cuidadosamente. La escalabilidad de estas iniciativas depende en gran medida de la financiación y la concienciación, destacando la necesidad de análisis costo-beneficio que demuestren el valor inmenso de estas inversiones.
En un ámbito internacional, la creación de marcos legales y políticas efectivas se torna vital para asegurar la sostenibilidad y continuidad de estos proyectos. Resoluciones como la 2347 del Consejo de Seguridad de la ONU, que insta a mejorar los inventarios del patrimonio cultural mediante información digitalizada, reflejan la importancia de estas intervenciones políticas. Además, el concepto emergente de «Diplomacia de Digitalización» propone usar la digitalización del patrimonio como una plataforma para profundizar los lazos entre comunidades y naciones, fomentando relaciones internacionales positivas en un momento donde los conflictos ponen en grave peligro el patrimonio cultural mundial.
Finalmente, la practicidad y el futuro de la digitalización del patrimonio cultural descansan en un enfoque humilde y colaborativo, donde las comunidades locales determinan qué es digno de ser digitalizado y cómo debe presentarse, asegurando que sus voces y perspectivas sean valoradas y preservadas.