El artículo «New metamers for assessing the visible spectra of daylight simulators and a method of evaluating them» escrito por C.S. McCamy en 1999, aborda una problemática fundamental en el campo de la colorimetría aplicada y la evaluación de simuladores de luz diurna. Desde los inicios del siglo XX, con los primeros intentos de Norman Macbeth en crear luz diurna artificial para evaluaciones cromáticas, la industria ha dependido de métodos estandarizados para garantizar la consistencia en la reproducción del color bajo diferentes condiciones lumínicas. Sin embargo, McCamy argumenta que los métodos tradicionales, basados en especificaciones como la temperatura de color correlacionada (CCT) y la cromaticidad, resultan insuficientes debido a la infinita variedad de distribuciones espectrales que pueden cumplir dichas especificaciones.
McCamy propone un conjunto nuevo de metamers, diseñado para evaluar de manera más precisa y sensible los defectos espectrales en los simuladores de luz diurna, sobre todo considerando un rango espectral ampliado que abarca de 380 a 780 nanómetros, en comparación con el rango estándar de 400 a 700 nanómetros. En su artículo, se describe detalladamente la metodología usada para validar estos nuevos metameros. Básicamente, la idea fue perturbar espectros ideales de diversas maneras especificadas y determinar qué cantidad de perturbación era tolerable sin exceder una categoría de calidad predeterminada. Esto implicaba analizar la sensibilidad de los metameros propuestos frente a variaciones en la temperatura de color correlacionada y otros defectos espectrales conocidos.
El proceso de evaluación incluye una serie de perturbaciones que McCamy denomina: perturbar la temperatura de color correlacionada, perturbaciones acromáticas de distintos tipos (banda ancha, primaria y complementaria), y perturbaciones de líneas de Mercurio. Cada uno de estos métodos introduce defectos controlados en el espectro ideal del iluminante para simular condiciones reales y determinar cómo los metameros responden a estos defectos. Por ejemplo, las perturbaciones de líneas de Mercurio examinan cómo la presencia de líneas espectrales de Mercurio afectan la emisión continua de las lámparas fluorescentes, un desafío común en la simulación precisa de la luz diurna.
Los resultados mostraron que los nuevos metameros presentaban tolerancias similares a las de los metameros previamente aceptados en la publicación CIE 51, lo cual indica una consistencia en las evaluaciones de calidad, en línea con los estándares internacionales. McCamy concluye que los nuevos metameros garantizan una evaluación precisa y fiable de los simuladores de luz diurna, proporcionando un marco para la mejora continua en la comercialización y utilización de estos dispositivos en diversas industrias donde la percepción del color es crítica.
En resumen, el artículo de McCamy no solo introduce una nueva serie de metameros para evaluar simuladores de luz diurna, sino que también aporta una metodología detallada para validar la sensibilidad de estos metameros frente a posibles defectos espectrales, asegurando así su eficacia y fiabilidad en aplicaciones prácticas.