La conocida escala de la IFRAO (International Federation of Rock Art Organizations) que acompaña con frecuencia a multitud de fotografías de arte rupestre de todo el mundo, fue el fruto de la propuesta Robert Bednarik en la década de los 90, como herramienta de referencia y documentación en arte rupestre.
Estamos ante una herramienta lanzada en los albores de la fotografía digital, pero con una clara inspiración en las técnicas de corrección de color fotoquímicas o en cierta manera tradicionales. Por aquel entonces poco se hablaba de gestión de color, recordemos que no seria hasta 1993 cuando se crea el International Color Consortium, o la norma IT8 con sus consiguientes cartas de color.
La Escala Standard de la IFRAO fue inspirada en escalas como la Q13 de Kodak, que por aquel entonces gozaban de una cierta popularidad en tareas de digitalización de documentos, y aunque nunca fueron diseñadas para tales fines su precio asequible y quizás recomendaciones de organismos como la NARA, las hicieron mucho más populares que las Colorchecker, las cuales si respondían a un diseño más sensato.
Esta peculiar carta, poseía un doble uso: por una parte servir de referencia dimensional, gracias a la escala de su parte superior y una segunda propuesta, un tanto más arriesgada, que era la de servir de referencia de color, guía de color, registro de color, etc, y es aquí precisamente donde nos encontramos con una herramienta en cierta manera obsoleta, cuyo uso debería ser urgentemente revisado.
Algunos puntos, por los que deberíamos replantearnos seriamente el uso de esta carta como herramienta de referecia colorimétrica o evidencia científica son:
1.- Al igual que las Q13 se tratan de cartas impresas con inyección de tinta sobre papel de alto gramaje y aunque inicialmente se propuso una colorimetría estándar para su impresión, al igual que las Q13 estos valores variaban sensiblemente dependiendo de las tiradas ya que los procesos de fabricación no eran estrictamente constantes como puede suceder en otras cartas elaboradas a base de pigmentos como las Colorchecker. Con el agravante que la escala IFRAO puede ser descargada de la web e impresa por uno mismo, sin ningún tipo de consideración hacia los aspectos de gestión de color en impresoras. Por lo que la colorimetría y estabilidad de esta carta es ciertamente diversa e imprevisible.
2.- Las bondades de la calibración computerizada a las que se refería Bednarik por aquel entonces, se limitaba a un balance de grises sobre el parche neutro de dicha carta. Sin embargo hoy sabemos lo delicado que hacer un balance de blanco sobre una superficie generada por inyección de tinta, debido a que los grises aparentemente neutros, procedentes de esta técnica no son espectralmente uniformes, por lo que pueden producir dominantes dependiendo del tipo de iluminación, lo que produce en consecuencia balances de blancos incorrectos. De forma similar las propiedades ópticas de los papeles usados en la impresión condicionan drásticamente la colorimetría y comportamiento de la carta, en particular en los parches blancos, donde a menudo los blanqueantes ópticos del papel, acaban por jugar malas pasadas en función de la iluminación.
3.- Los parches de color de dicha carta, poseían una finalidad muy similar a la de las antiguas Q13, o lo que es lo mismo, servir de referencia visual contra un monitor o una impresión. Situación que no deja de ser delicada en cuanto a que nos vemos condicionados por el entorno de observación y el propio juicio del observador. Si disponemos de una colorimetría fiable de la carta, tomada mediante espectrofotómetro, podríamos usar la carta, como herramienta de evaluación de la reproducción de color por calculos de Deltas-e.
4.- Este tipo de cartas, no permiten aplicar gestión de color a una imagen, por lo que aún siendo capaces de corregir relativamente dominantes, no podemos resolver los problemas de reproducción cromática derivados de los fenómenos del CRI (Color Render Index) o las desviaciones intrínsecas de cada sensor como el mapeo tonal, el flujo de trabajo, etc.
5.- Aunque en la época se alabaron las posibilidades de esta carta para “reconstruir” el color en un tiempo futuro de colecciones de imágenes de artefactos de índole arqueológico o pinturas rupestres, es conveniente tomar en consideración estos estudios en relación a las posibilidades de la época (mediados de la década de los 90) y no intentar extrapolar dichos logros a las modernas técnicas de procesado digital de la imagen. Es conveniente desmitificar tales virtudes, ya que aunque teniendo una colección de imágenes acompañadas de una carta de color de este tipo, es imposible reconstruir la colorimetría de estas escenas pues no poseemos ningún tipo de referencia colorimétrica fiable, ni una referencia del mapeo tonal (OECF) que nos permita realizar una mínima caracterización del dispositivo con el que se realizaron dichas imágenes.
6.- La fidelidad documental de una imagen digital, no reside en las herramientas empleadas para la realización de la toma, sino en cómo estas herramientas se conectan en un flujo de trabajo de forma coherente y precisa. La entidad de un documento digital no reside únicamente en su contenido sino en todos los metadatos y descripciones que lo acompañan y describen con precisión como este se ha formado y debe ser entendido.
Casi dos décadas después de las propuestas de los estándares de gestión de color por parte del ICC, no deja de resultar preocupante ver escenas con la IFRAO Scale, en un evidente síntoma de envejecimiento, en fotografías de cierta actualidad y pensar que alguien va a usar dicha herramienta como referencia colorimétrica o evidencia científica.
Puedes seguir leyendo sobre como cuantificar ciertos errores introducidos por esta carta en el sguiente artículo «Por que no usar la IFRAO scale en arte rupestre, 2ª parte»
Puedes encontrar más información en el artículo: De la IFRAO Standard Scale al ICC: el color como atributo de
preservación en la documentación de arte rupestre