Hace tiempo durante un curso una alumna me preguntó si era posible construirse una carta de color casera, ya que las actuales cartas de color comerciales son particularmente caras para el rendimiento que se le suele sacar. Mi respuesta fue afirmativa, siempre y cuando se tenga un espectrómetro o colorímetro para poder construir un archivo de referencia fiable, aunque estos aparatos son bastante costosos.
Sin embargo, tras haber podido comprobar como ciertos procesos de gestión de color en diversos profesionales son imprecisos, me he planteado la posibilidad de comprobar el rendimiento de una carta de color casera para realizar perfiles a partir de un archivo de referencia poco exacto.
Introducción
Antes de seguir haremos un breve resumen de lo que necesitamos:
- Una carta de color: qué no es mas que una impresión de buena calidad de un patrón de parches de color.
- Un archivo de referencia: se trata de un documento en texto plano que contiene la referencia de los colores de nuestra carta. Como referencia entendemos los valores CIE LAB resultantes de la impresión de un color particular a través de unas tintas y papel concretos. Para realizar estos archivos de referencia necesitamos un espectrómetro o colorímetro que se encarga de leer el color de los parches de nuestra impresión y traducirlo a valores CIE LAB. Estos aparatos poseen precios elevandos, entre los 300 euros para el Colormunki y los 1.000€ o 2.000€ de dispositivos más profesionales.
Una breve introducción al funcionamiento de una carta de color:
La misión de una carta de color es la capacidad de poder generar un perfil de color que, asignado a nuestra imagen, permite hacer una traducción de los colores capturados y los que deberíamos haber capturado.
El perfil de color se crea por comparación entre los colores registrados por nuestra cámara bajo unas condiciones particulares y los valores del color reales contenidos en nuestro archivo de referencia.
¿Por qué necesitamos una carta de color? Pues debido a los fenómenos de CRI y dominantes de las distintas fuentes de luz y aberraciones cromáticas de lentes y sensores, el color capturado no se parece a la realidad. Para la gestión del color necesitamos una referencia con la realidad.
Cabe recordar, que nuestro protocolo de calidad a la hora de trabajar con colores debe ser capacidad de cuantificar la diferencia entre dos colores. Esto se hace mediante el calculo de ΔE. Ya profundicé en otros artículos sobre esta técnica de diagnóstico. Hay que indicar brevemente que un delta e de 3 indica que ambos colores son prácticamente iguales; un ΔE de 5 que son ligeramente diferentes. Cuanto más aumente ΔE, mayor es la diferencia entre colores.
Elaboración
Familiarizados con el problema y la tecnología nos ponemos manos a la obra. Insistimos de nuevo en que este proceso es completamente impreciso, sin embargo puede ayudar a introducirnos en el mundo de la gestión de color por unos pocos euros.
El primer paso es obviamente encargar una buena impresión. Para ello diseñamos nuestra carta de color en nuestro programa de diseño vectorial favorito. En mi caso voy a realizar una imitación de una Colorchecker, porque así puedo comparar su rendimiento con la auténtica.
El proyecto de impresión contratado fue una impresión sobre un soporte vinílico adhesivo con tintas ecosolventes, muy resistentes a la luz e intemperie, y un acabado laminado mate.
Posteriormente la impresión se fija en un soporte perfectamente plano, para evitar reflejos durante su manipulación.
El siguiente paso es referenciar los parches de color sin un costoso colorímetro.
La única forma de hacer esto es una vez fotografiada nuestra carta de color, usar el Medidor de Color Digital de nuestro OsX, o las muestras de color de Photoshop.
¿Pero esto es fiable? En realidad no mucho. Pero como ya decía antes depende del uso que vamos a dar a nuestra carta y cuales van a ser nuestros parámetros de calidad durante el proceso de gestión de color.
Si vamos a usar nuestra carta para gestionar el color con fuentes de luz con un CRI bajo y fuertes dominantes. Con esta situación nuestra principal inquietud es intentar ver los objetos o sujetos como bajo la mejor fuente de luz, o sea, la luz solar, que es la que tiene un CRI más alto.
Si fotografiamos nuestra carta de color casera bajo luz día, con un buen balance de blancos, y la procesamos usando un perfil amplio como proPhoto, para evitar perder matices, extraemos los valores CIELAB de nuestros parches y construimos nuestro archivo de referencia chapucero. Hemos conseguido un proceso por el cual podemos calibrar escenas tomadas con luz de bajo CRI como si fuesen tomadas con luz de día, o con un alto CRI.
Obviamente si en este proceso “casero” introducimos dominantes o aberraciones cromáticas sobre la captura de la carta de color casera, nos encontraremos con un perfil que introducirán en nuestras imágenes los mismo defectos.
Rendimiento:
Tras realizar una toma de mi carta de color casera bajo luz día, revelo en ACR el archivo RAW, exporto con perfil proPhoto para conservar el máximo gamut posible. Realizo la referencia de los parches de color con el Medidor de Color Digital. En resumen un proceso tan básico como chapucero.
Tras generar el perfil de color y el consiguiente proceso de validación sobre una Colorchecker original obtengo un ΔE de 9,6 . En realidad es bastante. Sin embargo si retomamos uno de mis artículos anteriores donde realizaba comparativas sobre distintas estrategias de gestión de color con perfiles ICC y calibrados de cámara a partir de DNGs, observaremos que en el ensayo de rendimiento de una calibración de cámara a partir de una Colorchecker y ciertas aplicaciones de generación de ajustes de cámara (Adobe y XRITE), obteníamos un ΔE de entre 8 y 10.
Comparando los gamuts resultantes del perfil de la Colorchecker original y la casera. Vemos como la carta original quizás tiene un gamut ligeramente más rico, pero sin grandes discrepancias. La relativa calidad de las tintas y el papel, obviamente impiden llegar a la pureza de la manufactura de la Colorchecker original. Sin embargo, podemos observar que mi carta casera tiene un gamut más amplio en ciertos sectores. Esto es debido a que el laminado mate le aporta un cierto brillo satinado que permite conseguir un poco más de densidad en los parches menos luminosos.
Por tanto casi nos podemos atrever a decir que con una carta de color de 100€ y una mala estrategia de gestión de color obtenemos unos resultados muy parecidos, por no decir peores, que con una carta de color casera, y un tanto chapucera, de 4€ y una técnica de perfilado correcta.